martes, 3 de mayo de 2011

Sala de curas 331-5

Viernes 17 de Septiembre de 2010.

13:02 h.

Antonio y Ardo siguieron sendos caminos hacia delante. Yo tragué saliva justo al detenerme frente a la sala de curas numerada con el rotulo 331-5.
Sujeté mi escopeta con la mano izquierda y me dispuse a abrir la puerta. Por un momento todo parecía ralentizarse en el tiempo. El pomo giraba, lenta, lenta, lentamente hasta llegar al final de su recorrido. La puerta se abría muy despacio invitándome a echar un vistazo a su interior.
Tras ella, todo era tal y como lo había soñado, me parecía increíble. La camilla rota y tirada por los suelos, infinidad de diferentes utensilios esparcidos por todas partes y aquel armario destartalado con sus puertas a medio caer.
Automáticamente mi mirada se fue hacia el fondo. Y sí, allí estaba. La puerta de aquel armario empotrado que había sido brutalmente reventada como si un tornado fuera su último visitante. Una sensación angustiosa comenzó a recorrer mi estomago hasta llegar al interior de mi garganta. Mis ojos comenzaron a inundarse de lágrimas al pensar en lo que estaba a punto de contemplar por segunda vez.
Encaminé mis pasos hacia allí, no sin antes adoptar la precaución de un cazador convertido en presa.
Lenta, lenta, lentamente… Cerca, cerca, cada vez más cerca.