jueves, 9 de diciembre de 2010

El caballo ganador III

Viernes 17 de Septiembre de 2010.

09:11 h.

Abandonamos toda esperanza al dirigir nuestros pasos hacia fuera del armario. Todas las señales recibidas para llegar hasta aquí, habían terminado en muerte.

No entiendo el por qué de tantos signos y tanta combinación numérica, si finalmente todo lleva nuevamente a la desesperanza de nuestros corazones. No. No lo entiendo.

Un zumbido eléctrico seguido de una pequeña vibración, comenzó a sonar justo cuando nos disponíamos a coger el ascensor.

Tras nuestra sorpresa, sonido y vibración comenzaron a acentuarse de manera alarmante como si de un pequeño terremoto se tratase.

Los cimientos retumbaban, y por los lados del pasillo ya se podía ver al principio de una gran marabunta de esas cosas. Corrían profiriendo gemidos y gritos a su paso y dejaban ver sus ansias por saborear nuestros cuerpos, dando sentido a su existencia.

¡Joder! ¡Joder! ¡¡Joder!! Gritaba Ardo mientras disparaba su escopeta. ¡Bang!

Antonio tranquilo y silencioso, recargaba la suya tras vaciar sus dos primeros cartuchos.

¡¡Ahhhhhh!! ¡Hijos de puta! ¡Bang! ¡Bang! Una segunda carga salía del cañón de la escopeta de Ardo.

Yo estaba paralizado, con el cuchillo en mano y cara de gilipollas solo podía pensar en la madre e hija que acabábamos de ver hace unos minutos.

Encaminé mis pasos de nuevo hacia el armario, y al llegar hasta allí, no pude creerme lo que estaba viendo. La niña sostenida aún entre los brazos de su madre irradiaba luz amarilla por cada uno de sus poros. El zumbido, también parecía provenir de ella.

Poco a poco, el sonido y la intensidad se hicieron insoportables. Mi instinto de supervivencia me hizo pensar que estaba en peligro haciéndome salir corriendo como alma que huye del diablo. Al llegar al pasillo, Antonio y Ardo, se encontraban metidos en el ascensor haciéndome nerviosos gestos para que corriera hacia ellos.

¡Vamos! ¡Vamos! ¡Corre! ¡Corre joder!

Aún no se como conseguí llegar hasta allí sin que ninguna de los zombies me cogiera. Tan solo recuerdo el zumbido en mi oreja de un disparo que Antonio realizó contra uno justo cuando yo entré.

Las puertas se cerraron tras el disparo. La tensión se mascaba en el ambiente y estaba presente en cada músculo de nuestras caras.

Bfffff, por los pelos. Fueron las últimas palabras que recuerdo haber oído de los labios de Ardo.

¡¡Zzzzzzzzzz!! El sonido eléctrico se hizo insoportable justo antes de que aparecieran las primeras sacudidas. Nos miramos antes de recibir el primer impacto de lo que parecía una honda expansiva provocada por alguna explosión.

De pronto, el silencio invadió nuestro espacio. Un silencio absoluto que vendría presidido por algo mucho peor. Una terrible explosión que convertiría nuestros cuerpos en llamas.

¡Estábamos ardiendo vivos! ¡¡Arrrgggggg!!...

Ahora circulamos por una carretera de doble sentido que nos llevará a “Navalmoral de la Mata” pasando por “Casatejada”. Concretamente y según los mapas es la EX-A1. Después de la pesadilla que tuve anoche, no he podido mantener la tranquilidad en lo que llevamos de día, he procurado apuntarla en mi diario para no olvidarla jamás. Creo que Antonio, que está durmiendo detrás, y Ardo, que está conduciendo la furgoneta, me lo notaron esta mañana, pero tras preocuparse por mi salud yo les indiqué que no era nada. Todo va bien.

Solo espero no tener que encontrarme nada parecido a lo que viví en mi sueño. ¡Por dios! que no haya ningún hospital…

martes, 7 de diciembre de 2010

El caballo ganador II

Viernes 17 de Septiembre de 2010.

12:33 h.

Tras ellas, lo único que podemos ver es la desolación. Todo lo que antes parecía estar en un estado impoluto, ahora se encontraba sucio y esparcido por el suelo del pasillo.

Pensando un rato sobre mi reacción instintiva de llegar al piso tres, intenté dar sentido a la combinación numérica, tres-tres-uno-cinco. Sin duda, todo parece indicar que el piso podría estar indicado por el primer tres. Siguiendo esa regla, evidentemente el resto de la combinación debía de hace referencia a una habitación del hospital, concretamente a la trescientos quince.

Haciéndole gestos a Antonio, conseguí encarrilar sus pasos hacia ella. El pasillo estaba repleto de más suciedad, las paredes ennegrecidas y arañadas por varios sitios. El suelo repleto de sangre seca por el paso de los días. Lo raro era que todo seguía extrañamente solitario, no habiendo rastro de vida alguna.

Al llegar a la altura de la habitación y examinar su interior desde el marco de la puerta, no encuentro nada extraño que despertara mi atención. Al adentrarme aún más, pude observar otro cuerpo de zombie tumbado en el suelo. Parece haber sido víctima de otro ataque. ¿Producido por la misma persona que acabó con el de la recepción? Quizás.

No lo se, puede que me esté equivocando. Lo cierto es que por mucho que buscaba algo que le diera sentido a todo esto, no encontraba nada. Puede que mi cabeza interpretara mal aquellos números y no tengan nada que ver con este lugar y mucho menos con la habitación.

La desilusión hizo acto de presencia en mi cara, Antonio, al notarlo, me puso la mano en el hombre.

¿Estás bien? Yo asentí con la cabeza.

¿Podemos irnos? Aquí no tenemos nada que hacer.

Cabizbajo encaminamos nuestros pasos nuevamente hacia la puerta del ascensor. Mi mirada, sin quererlo, se desvió hacia uno de esos carteles de hospital que informan donde dirigirse en caso de estar buscando un lugar.

“Sala de curas. 331-5”

¡Eso es! Grité en voz alta. Antonio se me quedó mirando con cara de sopesar mi locura.

Es por aquí, estoy convencido.

¿Por aquí el que? Replico Ardo. Llevamos siguiéndote desde que llegamos y no nos has dicho, para que.

Después de discutir un rato con Ardo y recibir el apoyo de Antonio, ambos, Ardo a regañadientes, nos dispusimos a seguir la indicaciones de dicho cartel. Al llegar hasta el lugar indicado, pudimos ver que la sala, al igual que el resto del hospital, había sido destrozada. Había una camilla rota por los suelos, diferentes tipos de utensilios tirados y en una de las paredes, un frontal de armarios con la mayoría de sus puertas arrancadas o colgando de tan solo una bisagra.

Mas hacia el fondo, la puerta de un armario empotrado había sido brutalmente destrozada. Al acercarme hacia el, recibí en mi cornea la visión mas cruel que jamás hubiera querido ver nadie.

Parecía que en su lucha por la supervivencia, una madre con su hija se habían encerrado en el interior de este armario con la esperanza de ser rescatados en algún momento. Por desgracia, ese momento no llegó a tiempo.

Sus cuerpos yacían acurrucados en una de las esquinas interiores de dicho armario. Se podía apreciar, como la madre abrazaba fuertemente a su hija con intención de protegerla de algo. Su aspecto era terrible, moratones provocados por golpes y heridas que nos dejaban ver su interior, daban señas de lo que había pasado allí mismo. La expresión de su cara reflejaba el horror de las últimas horas de su vida. Tras mirarla detenidamente, pude observar que había sido infectada a causa de una herida o mordisco, que poseía en su pierna. Estaba totalmente convencido de ello, pues tenía el mismo aspecto que la herida que Roberto se hizo.

Por el contrario, la niña de rubias melenas permanecía involuta, parecía como si hubiera dormido un sueño del que nunca despertó. No había ningún signo de violencia que pudiera evidenciar la causa de su muerte. Muerte que yo había comprobado.

Tras sosegarnos un poco, cogí la cartera de aquella mujer con intención de poder identificarla. Tenía la extraña sensación de haberla conocido anteriormente.

Nuria Bueno Chester, ponía en su DNI. DNI que tampoco aclaraba mi sentimiento familiar hacia ella.

Antonio permanecía a mi lado con la tez sombría, todo lo que había visto le afectaba de la misma manera que a mí. Por el contario Ardo, llevaba un rato fuera del armario aguantando una serie tras otra de grandes arcadas. Supongo que nunca se está lo suficientemente preparado para aguantar todo lo que el destino te hace llegar…

lunes, 6 de diciembre de 2010

El caballo ganador

Viernes 17 de Septiembre de 2010.

12:18 h.

La mañana está enturbiada por un espeso manto de nubes amenazantes. Todo está de color crudo, un crudo que despierta la melancolía en nuestros corazones. No sabemos por que, pero no hemos encontrado a ninguna de esas cosas por nuestro camino. Quizás, y pensando positivamente por una vez desde hace varios días, la pesadilla haya llegado a su fin. O quizás las nubes sean la señal de que todo está por terminar. Ellos al igual que los animales, haciendo uso de su instinto, pueden haber intuido que algo peor se avecina sobre nuestras cabezas.

El caso es que aquí estamos, entre las calles de “Navalmoral”. Calles, tristes y solitarias como los únicos habitantes vivos que posee ahora mismo. Ante mi se yergue una construcción recia y sólida de lo que parece ser el hospital de la región. Con un aspecto oscuro y tenebroso, a pesar de que sus paredes ennegrecidas en algún momento de su existencia fueron pintadas de blanco, un blanco hospitalario.

No lo se, no sabría que es, pero hay algo en su interior que me impulsa poderosamente a adentrarme en sus instalaciones.

Aquí nos hallamos los tres ante su fachada, con cara de sorpresa-boquiabierta e hipnóticos-mentales.

Sin apenas darnos cuenta estamos encaminando nuestros pasos hacia sus puertas de entrada. Parece como si una gran fuerza natural hubiera hecho acto de presencia en algún momento. Sus puertas están literalmente destrozadas. Unas puertas de metal reforzado que jamás habría podido imaginar que se pudiera moldear de esta manera.

Mas adentro, hacia el mostrador se encuentran los restos de una persona, esparcidos por el suelo. A simple vista, no podría distinguir si era persona o cosa. Tiene una escayola en su pierna derecha y el cráneo completamente machacado por algo pesado. A su lado encuentro el arma homicida, un extintor de incendios de tamaño medio con visibles restos de masa encefálica en su zona de apoyo. Sin duda, ahora se que quién acabó con él, no debía de ser un infectado, pues no recuerdo haber visto a ninguna de esas cosas utilizar algo a modo de arma.

Examinando mas detenidamente la entrada, creo poder afirmar la pasada de una marabunta de personas o zombies. Todo lo que rodea mi vista, se encuentra destrozado por una fuerza brutal.

Al avanzar por su pasillo central seguimos observando los destrozos ocasionado por el paso de la horda.

Antonio, lleva su escopeta en ristre preparada por si nos topáramos ante cualquier contratiempo. Por el contrario, Ardo porta la otra escopeta con la que vigila nuestra retaguardia. Yo no tengo otra arma que una pequeña hoz que Antonio guardaba en su furgoneta para desempeñar sus trabajos del campo. Lo único que pienso en este momento es, no tener nunca a una de esas cosas lo suficientemente cerca como para verme obligado a usarlo.

Llegados al ascensor, vemos que su puerta permanece abierta a causa de un pedazo de carne a medio comer, que imagino que en algún momento serviría de alimento para una de esas cosas. Una vez dentro y apartándolo hacia un lado para permitir que las puertas se cierren, mi dedo pulsa instintivamente el botón del piso numero tres. No se por que ha sido el piso elegido, pero extrañamente y desde el principio, tengo una combinación numérica rondando en el interior de mi cabeza. Tres-tres-uno-cinco, este es el boleto del caballo ganador.

¡Ding!

La campana de aviso del ascensor suena anunciándonos la llegada hacia el destino. Las puertas se abren…

domingo, 5 de diciembre de 2010

Ardo, mi nuevo amigo

Viernes 17 de Septiembre de 2010.

04:13 h.

¡Click!

Antonio levanta el percutor de su escopeta de caza y apunta hacia donde se escuchan los ruidos. Concretamente en una parte de la maleza que nos rodea.

La tensión es máxima. El miedo es un arma de doble filo, si consigues dominarlo te servirá para mantenerte con vida el mayor tiempo posible. Pero si por el contrario se adueña de ti, puede resultar un peligro para tu integridad física y la de los que te rodean. Antonio lo sabía, por eso no dudo en distraer su mirada durante un instante hacia mi posición. Imagino que el verme dentro de la furgoneta, mirando a través de la ventana con apariencia sosegada, le tranquilizó.

El sonido era cada vez mas perceptible. Las ramas comenzaron a moverse. Los músculos de Antonio se tensaron reflejando así lo preocupante de la situación. Todo pareció paralizarse cuando Antonio mantuvo su respiración.

Repentinamente y con las manos en alto, de entre la maleza salió un individuo de color negro.

¡Joder Antonio! ¡Que soy yo!

A mi no me había hablado de él, y con total seguridad, si hubiera sido yo el dueño de la escopeta instintivamente, le habría volado la cabeza. Por suerte para él, Antonio tenía nervios de acero y siempre conseguía que en el último minuto su cerebro pensara a la misma velocidad que la adrenalina que recorría su cuerpo.

El nuevo visitante, es un tipo cuanto menos, peculiar. Es tan alto como una torre, y un bigote de tipo herradura le otorga un aspecto amenazador contradictorio con el brillo y alegría de sus ojos. Tiene una enorme cicatriz que recorre su cabeza de un lado a otro. Sin duda a debido pasarlo mal en algún momento de su vida. Regresaba con mas comida en una gran mochila.

Lleva con Antonio desde mucho antes que todo esto diera comienzo. Su amistad va algo mas allá que la mera ayuda por su supervivencia.

Ya mas tranquilos junto a la hoguera, al examinar detenidamente a Ardo, así me ha dicho que se llama, puedo apreciar a una persona nerviosa e impulsiva. Da la sensación de que nunca pudo disfrutar de las cosas pequeñas que te da la vida. Creo que su mente ha ido siempre mucho mas allá de lo que la realidad le marcaba.

Sin duda, es un tipo creativo, un soñador, en tan solo cinco minutos me ha nombrado mas de doce profesiones diferentes que ha llegado a desempeñar a lo largo de su vida. Casi todas ellas de carácter creativo. Actor, músico, escritor, mago…

Ahora creo haber entendido el punto de conexión que le une con Antonio. Vistos juntos no parecen tener absolutamente nada que ver. Pero Ardo representa todo a lo que Antonio tuvo que renunciar, ahora va cogiendo otro color diferente.

Hemos estado hablando los tres hasta altas horas de la madrugada. Bueno he de decir que Ardo hablaba y Antonio y yo escuchábamos, pues otra de las muchas cualidades que tiene mi nuevo a migo, es que no creo que exista demasiada gente que le consiga hacer callar.

Ya, definitivamente nos vamos a dormir. Antonio montará guardia para que mañana pueda dormir durante el viaje a “Navalmoral de la Mata”.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Burunchel

Jueves 16 de Septiembre de 2010.

22:53 h.

¡Joder! Casi me descerraja un tiro en la cabeza. He tenido que utilizar una habilidad felina que no conocía. O al menos eso es lo que pensaba al saltar hacia atrás esquivando el tiro.

Muy lejos de todo eso, Antonio me comento que erró el disparo en el último momento al percatarse de mi condición humana. Ahora, sentados junto a la fogata, en su campamento a las afueras del pueblo, me estuvo contando un poco sobre él. Lo cierto es que parece una persona con una vida bastante interesante.

Un hombre de unos 36 años de estatura media y aspecto duro. Tapa parte de su cara con una frondosa perilla y protege su cabeza de las inclemencias del tiempo con una cómoda boina estilo pueblo. Me contó que procedía de su amada y querida tierra Andaluza, concretamente de Burunchel, un pequeño pueblo que añora con toda su alma.

Siempre soñó con ser actor, pero las necesidades familiares le obligaron a olvidar su sueño y ceñirse a realizar un trabajo que le diera de comer a él y su familia. Es por eso por lo que después de adquirir unas tierras en Serrejón, decidió explotarlas y hacer de la agricultura y la caza su sustento en la vida. Que variopinto, he pensado yo. De actor a agricultor.

No ha querido profundizarme demasiado sobre su familia y seres queridos. Por su reacción, posiblemente he podido tocar algo frágil que está a punto de romperse. Mi madre siempre me enseñó a no hacer daño a los demás, por eso he preferido cambiar de tema.

Según me comenta, soy el primer superviviente que se encuentra en su camino, ha estado almacenando comida en una furgoneta que tiene aparcada aquí mismo. Y desde que se hizo con el carrito de helados y consiguió acoplarle un mecanismo que le hace andar solo, ha conseguido siempre ir a su antojo por toda la ciudad.

Ya mas tranquilos, me ha examinado el brazo, y tras un empujón a traición, me lo ha colocado en su sitio. ¡Que dolor! Y que alivio al mismo tiempo, pensé que me lo había roto.

Mañana decidiremos a donde ir, pero por lo que el me comenta tiene intenciones de dirigirse a “Navalmoral de la Mata”. No me ha dicho nada, pero creo que tiene algo pendiente allí.

Después de unas horas, permanece impasible apostado frente a la hoguera, mientras yo obedezco sus ordenes. Me comento que no tenía de que preocuparme, que podía irme a dormir mientras el hacía guardia como tantas otras veces. Yo en un principio no accedí, pues no me parecía justo que durmiera toda la noche de tirón mientras el guardaba. Pero finalmente me convenció explicándome la necesidad de que estuviera completamente fresco para el día de mañana. Por lo tanto, ahora me dispongo a descansar dentro de la furgoneta, tumbado en un colchón que hay en la parte trasera…

¡Hay un ruido! Jadeos y movimientos, llegan a nuestros oídos. Cuando miro a través de la ventanilla de la furgoneta, veo la figura erguida de Antonio con la escopeta en posición de disparo.

jueves, 25 de noviembre de 2010

¿Rescatado?

Jueves 16 de Septiembre de 2010.

10:45 h.

socios si
amables y tiernos vegetales
Pumba está cono nosotros
siempre nos ayuda
somos fruitis, frescos si
astutos y grandes vegetales

Somos blancos, somos verdes
somos negros y amarillos
somos todos diferentes
y estamos muy unidos.


¿Qué demonios era eso? ¿Qué estaban escuchando mis oídos? Esa canción me trajo muchos recuerdos de mi infancia. Prestando mas atención, pude observar que el hilillo de musical iba “in crescendo” desde el fondo de la calle hasta mí. El volumen parecía brutal, pues no veía la causa de tan entrañable melodía.

A pesar de que ya solo existían unos siete individuos observándome de manera inquieta, no tenía ninguna intención de bajar a enfrentarme a ellos y mucho menos de salir corriendo. En el estado en el que me encontraba no era lo mas recomendable.

Tras un par de minutos de espera, poco a poco comencé a divisar un extraño vehículo en el horizonte. Tenía forma de carrito, carrito de helados. Era como uno de esos carritos de helados que se veían en las películas antiguas. Un pensamiento infantil me vino a la cabeza. ¿Recordáis aquellos helados de naranja y limón que nos tomábamos de pequeño? ¿Aquella ilusión al terminarlo y mirar su palo para ver en ocasiones que te había tocado otro de premio? ¿Cómo se llamaban? Mmm..... ¡Patapalo! Eso es.

Aquel extraño vehiculo no tenía tripulante ni nadie que empujara su marcha.

Durante el avance del carro los “zombies” quedaban fascinados con su música sin poder reprimir sus instintos a acudir hacia tan interesante atracción.

¡Bang! ¡Bang!

Mi atención se vio copada por el sonido de unos disparos. Vi rápidamente como dos de los zombies caían fulminados al suelo. Estos seguían moviéndose sin poder levantarse de nuevo. Los disparos habían afectado a su capacidad motora. El artífice de ellos había acertado de lleno en su columna vertebral, consiguiendo con ello que dejaran de ser un problema más.

El individuo iba ataviado con unos pantalones de pana marrones y una chaqueta igualmente verde oscura. Caminaba lenta y tranquilamente tapando su cabeza con una boina negra.

Llevaba en las manos una escopeta de caza de dos cañones que utilizaba con soltura y paso lento. Cargaba dos cartuchos mas y…

¡Bang! ¡Bang!

Otros dos zombies al suelo. Era increíble como esos bichos seguían hipnotizados por la música sin importarles nada de lo que ocurría alrededor.

En un instante, terminaron de sonar disparos. Todos habían caído ¡estaba libre!

Tras pasar por mi lado grité haciendo gestos para llamar su atención. ¡Ehhhh!Aquel hombre, escopeta aún en mano, se giró bruscamente hacia mi posición.

¡Oh! ¡No!

¡Bang!

jueves, 18 de noviembre de 2010

Que viene El Pirata Pata palo.

Jueves 16 de Septiembre de 2010.

09:12 h.

Lo pensé y lo vi muy fácil. Me desplacé hasta un tejado contiguo al mío con la intención de arrancar una larguísima antena de TV que parecía pertenecer a algún edificio municipal del ayuntamiento.

Me hice con un tubo de metal hueco lo suficientemente largo como para plantearme usarlo de Pértiga. De esta manera podría saltar de un tejado a otro sin importarme lo mas mínimo la distancia de separación. Creo que lo vi en una película. Que fácil se ve todo en ellas.

Claro que, con el frío que tenía y lo nublado de mi mente lo vi todo igual de fácil que el protagonista de dicho film.

Cogí carrerilla, al llegar al primer salto de tejado que requería ayuda. Aceleré el ritmo de mis piernas lo más que pude, y con pértiga en mano, salté tras haber apoyado su punta en el centro de la calle. Me impulsé con un salto para provocar el balanceo que me iba a dar oportunidad de pasar al otro lado.

Uno, nunca piensa si lo hecho es suficiente o no hasta el momento en el que se está realizando la acción. La precisión es algo que se adquiere con la constancia y el empeño tras unas determinadas repeticiones. A eso se le llama prueba y error, y esta era para mi la primera prueba y lógicamente, mi primer error. Un error que en mi situación, no podía cometer, pues lo que estaba en juego tras el acto de mis acciones era mi propia vida.

Volaba surcando los vientos cual paloma en la ciudad. Al llegar a la mitad de tan ansiado viaje, pude comprobar que mi impulso no fue lo suficientemente grande como para calificarlo de éxito. No iba a pasar al otro lado sin ningún problema.

Me quedé suspendido en el centro de la calle durante unos 15 segundos intentando mantener el equilibrio para no caer. Mi meta era bien sencilla, hacia adelante ó hacia atrás. Nunca hacia los lados.

Finalmente el destino ó mejor dicho, la fuerza de mi impulso, determinaron que debía de ser hacia atrás.

¡Toma!

El golpe que me di contra mi propio tejado fue tremendo. Creo que me he roto algo junto con algunas tejas que volaron por los aires. Mi hombro izquierdo me duele mucho y no me permite mover el brazo.

Enfurruñado como un niño me senté en el borde del tejado al que estoy acostumbrado y me puse a llorar desconsoladamente…

Somos blancos, somos verdes
somos negros y amarillos
somos todos diferentes
y estamos muy unidos

Somos blancos, somos verdes
somos negros y amarillos
somos todos diferentes
y estamos muy unidos

Gazpacho y mochilo
siempre van con pincho
somos fruitis…

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Primer momento de reacción.

Miércoles 15 de Septiembre de 2010.

19:45 h.

Me he cansado de pasar frío aquí arriba sin hacer nada. Me he cansado de no poder dejar de pensar en mi compañera Susana. Me he cansado de esperar ayuda por parte del mundo exterior.

Una vez mas el numero de cosas se a multiplicado de una manera considerable. Parece como si fueran capaces de oler a sus compañeros caídos y el miedo que desprende mi propio cuerpo.

Mi primer pensamiento para salir de esta situación, fue saltar de tejado en tejado hasta llegar a alguna calle menos transitada. Pero fue disipada en el momento que vi como eran capaces de seguirme, tal y como lo haría un cazador.

De cualquier manera, mi recorrido fue truncado al llegar al séptimo tejado, el cual mantenía una distancia con el octavo lo suficientemente considerable como para que no me animara a saltarlo.

Ahora que…

martes, 16 de noviembre de 2010

viernes, 12 de noviembre de 2010

Ilusiones muertas

Jueves 14 de Septiembre de 2010.


Hace horas que no siento la pierna y la herida a pesar de haber estado lavándomela durante todo este tiempo, tiene muy mal aspecto.

Mi sobrina está muy asustada y no se ha movido de mi lado en estas últimas horas. Los primeros golpes en las puertas del armario la sacaron de su trance de princesa para devolverla a la realidad.

No tengo idea de cuanto van a poder aguantar dichas puertas. Creo que el fin de nuestra vida se acerca, de la misma manera que les fue arrebatada a nuestros verdugos.

Hace ya algunos minutos que Belén llora desconsoladamente entre temblores. ¡Dios! ¿Por qué consientes esto? ¡No hay nada! ¡No hay nadie! ¡Nunca hubo nadie!…

Yo estoy demasiado débil para poder reaccionar. Mi cuerpo me abandonó junto con mi espíritu, y no me queda nada para poder luchar. Ni siquiera las lágrimas que mi cuerpo no consigue aflorar, conseguirían reflejar la pena que siento por la resolución final que se avecina.

Espasmos, fiebre, vómitos y demás síntomas van a ser las últimas acciones que recordaré cuando todo esto haya terminado definitivamente.

Odio ver su mirada clavada en mis pupilas como reprochándome un olvido que realmente nunca se produjo. ¡Pero es que no puedo moverme! ¡Ni tan siquiera mantenerme en pie! Que por otra parte, de nada me serviría.

Ya casi no siento la presión de sus brazos estrechando mi cuerpo. Su voz entre sollozos apenas es ya audible para mí. Tita, tita, tita.

La miro y acaricio su mejilla como queriendo tranquilizarla de algo intranquilizable. Sus lágrimas hacen daño, mucho daño. Me queman por dentro. Pero es un daño apenas perceptible por el estado en el que me encuentro. Si no me hubiera mordido ¡El Hijo de Puta!

¡¡Quiero llorar!! ¡Devuélveme lo que es mío cabrón! No me quites lo único que me queda.

Los golpes secos se tornan en crujir de maderas. Las puertas están cediendo y tan solo puedo ver muerte tras ellas. Con las pocas fuerzas que tengo, aprieto a mi sobrina contra mi, ilusamente pensando, que de esta manera no sentirá dolor alguno. ¡Que ilusa! Me derrumbo. Tenía que haberle evitado este sufrimiento. Pero no he tenido ni el valor, ni las fuerzas.

Las puertas ceden. Entre sus gritos, escucho mi nombre. Ya llega el primero. Siento un único y último golpe… Todo llega. Todo se acaba.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Tiempo de reacción

Jueves 12 de Septiembre de 2010.


Ayer mientras escribía mis últimas líneas, Belén tuvo otra de esas horrendas pesadillas. Pobrecilla.

He estado como loca buscando algún antibiótico que me ayude a mejorar la infección que creo tener en la herida. Pero no he podido hallar ninguno. Su aspecto no es mejor que muchas de las heridas que he visto a alguno de esos seres, zombies ó como quiera que se llamen.

Mi estado general tampoco es muy bueno. Me encuentro muy débil y creo que la fiebre empieza a hacer acto de presencia. El ardor de mi piel y lo que me cuesta mantener mis ojos abiertos es signo inequívoco de ello.

Belén se ha dado cuenta de mi mal estar y me ha preguntado en varias ocasiones, que si me encontraba bien. Yo he disimulado todo lo posible, pero mis sudores y palidez descubren la mentira.

A mi se me rompió el corazón en mil pedazos cuando me abrazó y me dijo que me quiere mucho. Que ella y yo siempre juntas para toda la vida. Eso me hizo pensar en mi hermana, mis padres y el resto de la familia. Confió en que hayan sido capaces al igual que nosotras de no sucumbir ante este infierno.

Tengo que pensar en algo para salir de aquí antes de que pierda todas mis fuerzas. Mi sobrina merece tener una vida digna, después de todo por lo que ha pasado.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Emparedadas

Jueves 11 de Septiembre de 2010.

A la nana, nana

que hoy quiero ver

a un niña niñita

llamada Belén

Con agua de romero

yo la bañaré

para que la luna

la acune después

Con soles y flores

la recibiré

cuando el día llegue

para mi Belén.

Dormida está mi princesa, dormida va.

Hemos improvisado unas camas con las toallas que había en una de las baldas. Belén está durmiendo placidamente en uno de los rincones del armario, acurrucada con su muñeca entre los brazos, parece una princesa. Es terrible que una niña de su edad tenga que pasar por todo lo que está pasando. Confiemos en que cuando finalice todo esto no tenga malas consecuencias en su vida.

Por suerte encontramos unas barritas energéticas en una de las cajas que había junto a los medicamentos. No es el alimento mas recomendado para una alimentación sana, pero nos valdrá para sobrevivir unos días.

La niña tiene pesadillas continuamente. Cuando consigue cerrar los ojos para conciliar el sueño, no dura mas de 2 horas sin una de ellas. Yo ya no sé como aliviarla, cada vez son mas fuertes e incontrolables. Temo por ella.

La herida de mi tobillo no tiene muy buen aspecto. Lo tengo muy inflamado y alrededor puedo observar sangre cortada de un color negruzco. Me la estuve lavando con unos botecitos de suero fisiológico pero no han conseguido mejorar su aspecto. Creo que tendré que mirar mas detenidamente entre los medicamentos en busca de algún antibiótico.

Aún podemos oír los ruidos y gruñidos fuera de la habitación. He de pensar en algo pronto, pues en estas condiciones no vamos a sobrevivir demasiado tiempo.

Quizás si observ

jueves, 28 de octubre de 2010

Juguemos al escondite (Parte 6).

Jueves 9 de Septiembre de 2010.

La salvación se hallaba ante mí en forma de extintor de incendios. Supongo que a nadie le importaría que lo cogiera por unos segundos y machacara la cabeza de aquel individuo hasta dejarme ver sus sesos.

Una vez hecho y bajado mi nivel de adrenalina, quedé horrorizada ante tan salvaje espectáculo. Dejé caer el extintor de mis manos y una necesidad imperativa de vomitar recorrió todo mi cuerpo.

Giré la cabeza y empecé a echar fuera de mi lo poco que tenia en el estomago de la noche anterior. Una vez recuperada de mi mal estar, me dispuse a avanzar por el pasillo frontal con intención de llegar hasta la puerta del ascensor. Este me conduciría a la tercera plana, donde se encontraba ingresada mi sobrina.

A medida que avanzaba podía ver cadáveres por los suelos en diferentes partes del pasillo. La imagen era bastante desagradable. Cautelosamente logré llegar hasta el ascensor y tras llamarle repetidas veces, sus puertas se abrieron dejándome ver en su interior a un hombre que permanecía espaldas a mi.

Sentí un profundo alivio al verlo, pues parecía que mi pesadilla iba a ser compartida por alguien mas. Pero pronto, como un resorte en mi cabeza escuché, ¡no te muevas! ¡No digas nada!

Examinándolo con mas detenimiento pude apreciar como chorreaba sangre de algún sitio de su cuerpo alimentando así el enorme charco que descubrí bajo sus pies. Esto acompañado de una fuerte respiración, hizo que me diera cuenta del embrollo en el que me había metido.

Lentamente y en silencio recule hacia atrás con intención de abandonar el lugar. El individuo comenzó a girar para mostrarme su rostro y el motivo que le hacía estar sangrando abundantemente. La sangre no provenía de él. Entre sus dientes y sujeto por sus manos podía ver como mordisqueaba un gran pedazo de carne humana. La pieza parecía pertenecer a una mujer. Eran la mitad del tronco superior, con ausencia de cabeza alguna y acompañada de su propio brazo. Con mas detenimiento pude apreciar uno de sus pechos, el cual aquel ser mordisqueaba sin respeto alguno.

Justo cuando sus pupilas se clavaron en mí, las puertas automáticas del ascensor comenzaron a cerrarse.

Respiré profundamente a verme libre de tan comprometida situación y darme cuenta de que aquel horrendo ser no poseía capacidad alguna para pulsar el botón que abre las puertas.

Embriagada aún por shock, pude reaccionar y encaminarme por las escaleras hacia el tercer piso. No encontré impedimento algunos para llegar hasta dicho lugar y una vez allí recuperando mi sentido común, me apresuré a recorrer lo largo del pasillo. Miraba los números de las etiquetas de las habitaciones esperando encontrar la de mi sobrina.

Conseguí llegar hasta la habitación 315 donde se supone estaría. Entré y la examiné con la mirada. ¡La cama estaba vacía!

¿Dónde coño estaba? ¿Le habría pasado algo? ¿Llegué demasiado tarde?

En mi mente se dibujaba nuevamente su sonrisa. ¡No podía rendirme!

Al adentrarme un poco mas al fondo de la habitación, me percaté de la presencia de otra de esas cosas que permanecía tras la cama arrodillado comiendose algo o alguien.

El horror se apoderó de mi mente y las lagrimas brotadas de mis ojos comenzaron a deslizarse por mi mejilla, cuando pensé en tal cruel final para mi sobrina.

¡¡GRRRRRRRRR!! Como loca me abalancé sobre él…

Lo único que recuerdo después de eso, es haberme encontrado encima de aquella cosa con mis manos estaban ensangrentadas y su cuello partido.

Me levanté y me limpié en las blancas e inmaculadas sábanas de la cama. Llamaba a gritso a mi sobrina con intención de hallar respuesta.

¡Belén! ¡Belén!

Salí hasta la puerta de la habitación y continué gritando su nombre.

Un estruendoso ruido se escuchaba por los dos lados del pasillo. Comencé a asustarme y miré hacia el ruido. Quedé horrorizada al ver como una multitud de cientos de individuos se apresuraban hacia mi posición entre empujones y gruñidos.

¡Joder! Y encima mi sobrina, después de haberme oído llamarla, asomaba por una de las puertas intermedias entre los bichos y yo.

Rápido, como alma que huye del diablo, salí corriendo hacia ella mucho antes de que se diera cuanta de la situación.

Llegue con muy poco tiempo de reacción, pues aquellas cosas estaban casi a mi altura cuando cogí a Belén en volandas y nos metimos apresuradamente en la sala desde donde había salido.

Nerviosa y mirando alocadamente a mi alrededor, no podía ver salvación alguna. Era una pequeña habitación sin ningún tipo de salida. Mi sobrina permanecía en mis brazos con el dedo índice estirado, señalando hacia las puertas de lo que parecía un armario.

Allí, allí, tita.

Sin dudarlo accedí a su petición y tras abrir sus puertas pude observar la gran amplitud que había dentro de él. Entramos y atrancamos la puerta con un bastón de madera que encontramos en un rincón.

Y aquí estamos sin saber que hacer. Son las 11:23 y aún podemos escucharlos.

lunes, 25 de octubre de 2010

Juguemos al escondite (Parte 5).

Jueves 9 de Septiembre de 2010.

¿Alguna vez habéis estado viendo alguna de esas películas en las que el ó la protagonista huye despavorido para salvar su vida, tropezando constantemente en su carrera?

¿No os preguntabais porque padecía una exagerada torpeza?

Pues yo creo haber hallado algunas respuestas al respecto.

La adrenalina siempre supera nuestras capacidades humanas. Cuando estás al cien por cien, tu cuerpo reacciona tal y como tu nivel de adrenalina quiere marcarte. Pero cuando el límite del agotamiento está cerca, la cosa cambia para inclinar la balanza hacia lo que nunca veremos como justo.

Sin apenas darme cuenta, me encontraba corriendo a la misma velocidad que Carl Lewis en una de las competiciones que ganó. Evidentemente, ni mi preparación ni mi cuerpo son los que aquella estrella tenía. Cosa que me hizo volver a la realidad, justo cuando volaba para precipitarme contra el suelo.

El impacto fue importante, analizándolo horas después, pude ver que me había raspado parte de la piel de los codos al tiempo que las rodillas me sangraban. Por no hablar del profundo dolor que recorre todo mi cuerpo. Pero en ese instante y gracias a mi amiga la adrenalina, yo no sentía nada.

Mi instinto de supervivencia hizo que me levantara como un resorte e iniciara una nueva carrera para llegar hasta la puerta del hospital.

Aquellos animales, por llamarles de alguna manera, seguían incesantes en su cacería.

Cuando llegué a la puerta apenas me separaban cinco metros de ellos, distancia suficiente como para abrirla y cerrarla nuevamente.

Una vez dentro y sin soltar el picaporte, busqué rápidamente algún objeto que me permitiera colarlo dentro de los dos agarres de la puerta.

Rápidamente, hallé con la mirada un par de muletas apoyadas al lado de la puerta. Tras atrancarla con ella, pude sentir tranquilidad y respirar pausadamente. Cerré los ojos e intenté tranquilizarme durante un momento. Los ruidos producidos por la muchedumbre golpeando las puertas se hacía insoportable, pero poco a poco y tras tranquilizarme conseguí dejar de oírlos en mi mente.

¡Ahhhh! Fff. ¡Que dolor!

Un fuerte pinchazo en mi tobillo me despertó del trance. ¡Joder!, el propietario de las muletas estaba tumbado en el suelo y había intentado comerse mi pierna. De manera automática le propine una fuerte patada para que soltara mi pierna y así poder librarme de su mordisco.

Después del susto comencé a sentir un gran escozor en la zona afectada y tras examinarme mas detenidamente pude observar como un hilillo de sangre brotaba de la herida.

¡Mierda! Espero que no tuviera la rabie el imbecil este. Cuando se espabiló después del golpe, comenzó a arrastrase hacia mi con intenciones de repetir la jugada. Yo nerviosa miré alrededor en busca de salvación alguna.

jueves, 21 de octubre de 2010

Juguemos al escondite (Parte 4).

Jueves 9 de Septiembre de 2010.

Tiré lo suficientemente fuerte de su brazo como para partírselo por varios sitios. Debió dolerle, pues el gesto de su cara cambió repentinamente mientras me decía. ¡Niña! Que me vas a romper el brazo. Soltándose bruscamente de mi mano.

Yo solo pude articular una palabra. ¡Corra!

Ella debió de captar la alarma en mi tono, ó quizás los gruñidos de aquel ser ayudaran. Sin hacer ninguna pregunta mas, giró su cuerpo hacia mi posición y empezó a correr.

Yo hice lo propio. Evidentemente por una cuestiones de edad mi carrera era mas rápida que la suya, pero no mantenía un mal ritmo después de todo. Nos dirigíamos hacía la puerta con intención de salir a la calle.

Giré la cabeza y la vi tras de mi corriendo a apenas dos metros de aquella cosa. Volví a mirar hacia adelante para continuar con mi huida.

Giré nuevamente la cabeza para ver que su situación mejoraba aún mas. No se como, pero ella corría como si estuviera poseída por el diablo. Había aumentado su distancia con el individuo a cinco metros. ¿Acaso aquella mujer era corredora profesional sin yo saberlo? A este paso no tardaría en pasar de largo por mi lado. Yo seguía corriendo.

Gire la cabeza una tercera vez para ver como la ancianita se estrellaba estrepitosamente contra una de las columnas del. El golpe seco fue suficientemente fuerte como para tirarla al suelo.

¡Rejostias! Gritó la venerable anciana al sentir el golpe y caer al suelo.

Fue la última vez que estaríamos juntas. Yo ya estaba alcanzando la puerta para salir a través de ella sin poder mirar hacia atrás mas veces.

Mi propia respiración acelerada me evitaba escuchar el entorno con claridad. Yo después del incidente con mi acompañante, prefería no mirar hacia atrás. Decidí de esta manera abrazar lo inevitable en el caso de que llegara el momento. Prefería no ser testigo del anuncio de mi propia muerte.

El corazón se salía de mi pecho cual cabalgada nocturna desenfrenada. Ya no podía mantener el ritmo que la sensatez había impuesto a mis piernas.

Entre tanto movimiento conseguí divisar el pabellón principal del hospital en el que se encontraba mi sobrina. Mi mente solo pudo pensar una cosa. Debía de salvarla por encima de cualquier cosa, si aún no era tarde, pasaría por encima de todo por salvaguardar su vida.

Una pequeña sonrisa se alojó en mis labios al pensar en el recuerdo de las tardes de juegos que había compartido conmigo. En su risa, en su mirada de amor, en su cariño.

Instintivamente y en contra de lo había decidido, giré la cabeza en un gesto de desobediencia hacia mi misma. Vi la realidad de mis acciones, desde luego no me sirvió para tranquilizarme ni rebajar el ritmo de mi carrera. Una muchedumbre incontable de gente extraña, corría tras de mi a apenas diez o quince metros.

Me asusté lo suficiente como para forzar mi propio paso. Algo que decididamente, no sería buena idea.

martes, 19 de octubre de 2010

Juguemos al escondite (Parte 3).

Jueves 9 de Septiembre de 2010.

Tras unos cuantos pasos por una recepción desértica, llegamos hasta el mostrador principal. Tras el, había una puerta que daba acceso a una habitación en penumbra.

Ajustando mis pupilas a la oscuridad del lugar, pude ver la silueta de un hombre que permanecía inmóvil en dicha habitación.

La señora comenzó a buscar con sus manos el timbre llamador del hotel. Una vez lo halló, comenzó a pulsarlo repetidas veces y a gritar. Oiga, ¡Oiga!, estamos aquí esperando. ¡Señor!

La anciana parecía poseída por el espíritu de la impaciencia. No se hasta donde llegaría mi paciencia si tuviera que meterme en la postura del recepcionista.

Mientras tanto y sin parar de escuchar a la pesada anciana. Mi mirada comenzó a examinar mas detenidamente el recinto principal en el que no hallábamos.

Fue en ese momento en el que me dí cuenta de la situación por la que estábamos a punto de pasar.

Ya empecé a razonar del porque de tantos ruidos acontecidos en la noche anterior. Comprendí que los inquilinos de este hotel, no se habían divertido tanto como yo creía.

En algunos rincones lejos de nuestra posición, podía ver cuerpos rodeados de charcos sangrientos por el suelo. Observando con aún mas detenimiento, en la zona de espera aparecían en mi campo de visión miembros arrancados de sus dueños sin permiso alguno, que reposaban sobre la mesa y sillones destinados a la espera.

No podía salir de mi asombro y permanecía estupefacta ante tan duras imágenes. La pobre anciana no era consciente de la gravedad de la situación, y permanecía a mi lado aporreando el timbre y llamando al personal con diferentes improperios.

Fue entonces cuando realmente el peligro hizo mella en mi cabeza.

De manera rápida y seca sujeté la mano de la anciana para evitar que siguiera llamando la atención a lo que fuera que hubiera hecho esto.

Esta, al ver detenida su mano con tanta contundencia me pregunto.

¿Ya viene alguien a atendernos?

Tras su pregunta, la silueta misteriosa giró a comenzó a salir de entre las sombras con paso lento.

Cuando conseguí ver su cara, quedé completamente horrorizada. Fue el único momento que sentí envidia por la ceguera de un invidente. Tenía la cara completamente desfigurada y aún así no parecía importarle ni sentir dolor alguno. Parecía como si alguien hubiera estado practicando esgrima en ella. Los chorros de sangre manaban aún de forma contundente por sus mejillas.

Agarré fuertemente la mano de la anciana para intentar tirar de ella hacia atrás. Pero mis movimientos comparados con los de aquel individuo eran lentísimos. La reacción tras mi sorpresa no fue precisamente para sentirse orgullosa.

Aquel individuo ágil cual gacela saltó por encima del mostrador con intención de agredir a la vieja…

miércoles, 13 de octubre de 2010

Juguemos al escondite (Parte 2).

Jueves 9 de Septiembre de 2010.

Giré y me di de bruces contra ella. ¡Joder que susto!

Era una anciana que parecía desorientada. Llevaba unas gafas oscuras de sol, y al observar sus torpes movimientos descubrí que era invidente.

Permanecía inmóvil en uno de los descansillos de las escaleras. Parecía algo asustada y aún mas cuando me tope con ella.

¡¿Quién va!? Me grito temerosamente alzaba su bastón amenazadoramente. Necesité de mis reflejos para esquivarlo y así evitar comérmelo.

La intenté tranquilizar para que cesara en su actitud violenta, y finalmente se relajó y me pidió ayuda.

Me contó que al salir de su habitación e ir por el pasillo escuchó por detrás de ella unos extraños ruidos parecidos a los de una pelea. Alguna reyerta estaba justo a su espalda. Ella por no meterse en líos aceleró el paso con intención de dar parte en recepción. Al llegar hasta la puerta del ascensor, pudo escuchar golpes secos y unos dolorosos gritos provenientes de la pelea que había dejado atrás. Momento en el que nerviosamente apretó en repetidas ocasiones el botón de llamada del ascensor.

Al ver que los gritos cesaban, el ascensor no venía y que los golpes se aproximaban por su espalda. Decidió buscar la puerta que le conducirían hasta la escalera de servicio, bajando así poco a poco hasta el rellano donde se encontraba.

Yo la tranquilicé, pues pude apreciar que su estado nervioso aumentaba al contarme su relato. La estuve contando que había escuchado muchos ruidos y jaleos durante la noche, y que no descartaba que algunos inquilinos hubieran estado de juerga hasta acabar peleándose borrachos perdidos.

Parece que al oír mis palabras, respiró profundamente aliviada y me pidió que por favor la ayudarla a llegar hasta recepción. Yo evidentemente accedí con mucho gusto, siempre he sentido un profundo respeto por las personas mayores.

Agarré del brazo a mi nueva amiga, llamada María, y nos dispusimos a bajar lentamente, muy lentamente por las escaleras que conducían hasta el primer piso. Por el camino, como no, me obsequio con la apasionante historia de su vida y sus 5 maridos. Parecía que no había perdido el tiempo en su vida.

Por fin y gracias a dios, llegamos hasta la puerta de la primera planta que conecta con la recepción del hotel. Descansamos unos segundos para respirar, y abrimos dicha puerta para llegar hasta el mostrador.

lunes, 11 de octubre de 2010

Juguemos al escondite (Parte 1).

Jueves 9 de Septiembre de 2010.

Son las 11:23 de la noche y mi sobrina y yo nos encontramos, dentro de un armario de personal médico del Hospital “Comarcal del campo arañuelo” de Navalmoral de la Mata.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Pffff… Es una sorprendente y larga historia.

Ruidos. Como bien dije anteriormente. Ruidos es lo que estuve escuchando toda la noche. No pude dormir pensando en que escuchaba los efectos secundarios de las juergas de algunos inquilinos hospedados en mi hotel. ¡Que inocente pensar eso! Es algo mas complicado.

Pero yo solo pensaba en conseguir dormir y rebanar algunas cabezas del personal responsable cuando me levantara por la mañana. ¡Y vaya si las rebané!

Después de desayunar, estaba decidida a ir a hablar con el responsable del hotel para formularle una queja.

Cuando terminé de vestirme abrí la puerta de mi habitación y avancé por los pasillos hasta llegar frete al ascensor. Todo estaba muy silencioso, ¡ahora están durmiendo los hijos de puta!, pensé en ese momento.

Una vez estuve frente al ascensor, presioné el botón de llamada. Parecía estar en la planta mas baja, pues esperé un tiempo considerado hasta poder oír el “ding” de llegada para su posterior apertura de puertas. Pero estas no se abrieron.

Tras pulsar repetidamente el botón y farfullar algunos improperios, pude cerciorarme de que hoy no iba a usar el ascensor. ¿Por qué no bajar a pie por las escaleras? ¿Por que? Que ilusión.

¿¡Porque son 13 plantas!? ¡Joder! Al final me va a tocar hacer ejercicio desde primera hora de la mañana.

Creo que todavía estaba un poco dormida cuando caminaba hacia las escaleras, me pareció ver como un hombre tambaleándose entraba en una de las habitaciones del fondo del pasillo. ¡Otro maldito borracho! ¿Pero que pasa? ¿Son las fiestas del pueblo y yo no me he enterado? De cualquier forma yo no tenía ganas de juerga, y egoístamente me molestaba que los demás estuvieran pasándolo tan bien.

Comencé a bajar las escaleras. Al principio de dos en dos, pero no tardé demasiado en cansarme y reducir el ritmo. Cuando llegué a la altura del sexto piso escuche jadeos que se entremezclaban con algunos lamentos posiblemente provenientes de una mujer.

¿Oiga? ¿Está bien? Grité en varias ocasiones sin hallar respuesta. Bajé mas despacio la última fila de escaleras que conducían al quinto piso y agudicé un poco mas el oído, con intención de prestar ayuda a quién parecía necesitarla.

Pero por mucho que la buscaba. No la vi nada hasta que…

viernes, 8 de octubre de 2010

Una llamada inesperada.

Jueves 9 de Septiembre de 2010.

Una llamada inesperada me despertó esta madrugada a las 06:15 h del hotel de “Navalmoral” en el que me hospedo hasta que mi sobrina mejore. Era Alfonso contándome que había recibido una mala noticia de su familia. Le habían pedido que por favor fuera lo más rápido posible a ver a su madre. Por lo visto había enfermado repentinamente.

Ahora tengo preocupación por partida doble.
De todas formas no había podido dormir demasiado esta noche. Entre la pesadilla que tuve y la noche movida para alguno de los inquilinos, no había quién pegara ojo.

Los de arriba han estado toda la noche dando golpes y moviéndose por toda la habitación. Y algunos otros han debido de regresar algo perjudicados después de alguna juerga desenfrenada.

Soñé que me encontraba en algún extraño sitio donde no había nada. Estaba sola y un desesperanzador silencio inundaba el espacio. Todo era de color blanco, apenas miraba el horizonte veía todo blanco. Ni paredes, ni cielo, ni nada. Tan solo sabía que había suelo porque podía caminar pisándolo bajo mis pies. Empezaba a perder la concepción del tiempo-espacio justo cuando me desperté a causa de los ruidos.

Cada vez que conseguía cerrar los ojos había algún gilipollas con ganas de hacerse sentir.

Voy a terminar de vestirme para bajar a desayunar cuanto antes. Después iré a ver a mí sobrina al hospital, que está a dos manzanas de aquí. Pararé en una juguetería que vi ayer en esta misma calle, para comprarle una muñeca bebé. Estoy segura de que le haría mucha ilusión. Cuando despierte y pueda verla, esbozará una espontánea sonrisa en su cara.

No he de olvidarme de echar gasolina al coche e ir a casa a por mas ropa, aún no se los días que voy a tener que estar aquí. Confiemos que sean pocos.
Lo dicho, ¡A desayunar!

Preocupación in crescendo.

Miércoles 8 de Septiembre de 2010.

Estoy bastante preocupada. Mi sobrina no ha mejorado, está aún peor que cuando la ingresamos en el hospital. Su respiración es muy fuerte y entrecortada, por eso los médicos han decidido ponerle una mascarilla con oxigeno para ayudarla.

Voy a intentar ir casi a diario a visitarla. Los facultativos dicen que la mejor opción podría ser trasladarla a Madrid. Pero también comentan que habría que asumir un importante riesgo de fallecimiento durante el trayecto.

Estamos un poco al borde del colapso y no sabemos que decisión tomar. Para ellos es algo muy fácil, te hablan de “importante riesgo de fallecimiento” y te dejan toda la responsabilidad de su vida. ¡Ni que fuera tan sencillo!

Alfonso se ha mostrado muy comprensivo con mí situación. No nos hemos visto desde hace cinco días pero hablamos por teléfono casi a diario. Él intenta animarme y me dice que no me preocupe, que todo se solucionará y que saldrá bien. Yo me muero por creerle, pero no puedo evitar que interiormente piense en lo peor. Quizás sea un mecanismo de defensa que tengo desde pequeñita.

Nunca he sido una persona demasiado optimista y siempre he sufrido de vivir con los pies sobre la tierra. Nunca conseguí tener una infancia normal como los demás niños.
Todas mis fantasías eran previamente calculadas por mí. Siempre me he sentido la necesidad de analizar cada riesgo asumible para cada acción. ¡Imaginaos lo que es eso para una niña de 5 años!

Pensaba que todos mis amigos estaban locos por las cosas que hacían. Y nunca pudiendo disfrutar como ellos.

En estado crítico.

Viernes 3 de Septiembre de 2010.

Estoy en el hospital de Navalmoral de la Mata, aquí cerca de Serrejón. Nadie sabe como ha pasado, pero mi sobrina empeoró esta última semana hasta entrar en estado crítico, según los médicos. Ninguno de los especialistas que la ha examinado saben decirnos que es lo que le pasa.

Se encuentra postrada en una cama. Gracias a dios no tiene consciencia para ver la cantidad de pruebas que le hacen. Está llena de cables por todas partes y sus brazos parecen un coladero de la cantidad de pinchazos que ha recibido.

Voy y vengo a verla siempre que puedo y el trabajo me lo permite. Aunque si es cierto que últimamente no he tenido mucha actividad. Ha habido varios días de esta semana que nos han pedido no venir por medidas de seguridad. Y nos han dado vacaciones obligada-anticipadas.

El lunes día 13 tenemos una cita con el encargado para hablar con nosotros. No nos han dicho nada mas, pero me estoy temiendo lo peor. La guadaña de la crisis se cierne sobre mi cabeza.

Alfonso y yo seguimos viento en popa, tan solo tenemos ganas de estar el uno con el otro. Le han requerido para el día 17 en la sede de su empresa, por allá en Barcelona. Maldita la gracia que nos ha hecho, pero está obligado a asistir.

Preocupación.

Sábado 28 de Agosto de 2010.

Después de haber visitado a mi sobrina me he quedado un poco preocupada. Aparentemente está bien, salvo por su color amarillento de piel. El médico les ha dicho que no parece tener ningún síntoma que debiera preocuparnos.

No obstante la ha citado para una analítica de sangre, que será para el 16 de septiembre. ¡Por favor! Así es como funciona la sanidad en este país.
También comentó que de momento no le dieran zumo de naranja ni nada que pueda contener zanahoria. Según él, un exceso de esos alimentos puede provocar un cambio temporal en el color de su piel.

Alfonso no ha podido quedar conmigo hoy. A pesar de estar de vacaciones, le han pedido como favor que mandara para el lunes unos informes por correo. Por lo tanto ha de quedarse este fin de semana trabajando en su casa.

Yo no se que voy a hacer. Desde que nos conocemos, y no hace mucho de ello, no concibo el poder divertirme si no estamos juntos. Me paso el día entero pensando en él y no puedo concentrarme ni disfrutar de nada de lo que hago.

En el trabajo, el lunes nos han dado el día libre a algunos. Han estado comentando que necesitaban vaciar la zona que había quedado afectada para su posterior reparación y desinfección. Creo que he tenido suerte, pues desde luego tal y como está el problema no me gustaría ser víctima de una segunda fuga. Además así podré ir mañana de nuevo a visitar a mi sobrina.

Viento en popa.

Viernes 27 de Agosto de 2010.

Todo va viento en popa entre Alfonso y yo. Nos entendemos a la perfección en casi todos los aspectos. Me ha comentado que el 12 de septiembre ha de volver a Barcelona porque se le acaban las vacaciones.

Es una pena que vivamos tan lejos el uno del otro. Voy a echarlo de menos. De todas formas yo tenia pensado cambiar de trabajo y de residencia. No me resultaría complicado. Por lo tanto, ya se donde debo de empezar mi búsqueda laboral.

Ayer tuvimos una de las zonas de seguridad comprometida, los índices de radiación había subido inesperadamente, pero nadie se atrevió a sacar conclusiones. Yo creo que el nivel de seguridad ha sido recortado con escusa de la crisis.

A mi se me revuelven las tripas cada vez que veo como llegan los inspectores al recinto y salen del despacho de Juan, jefe de seguridad, con una sonrisa de oreja a oreja. Confiemos en que no tengamos que lamentarlo mas adelante.

Esta tarde voy a ver a mi sobrina. Está mala de las anginas desde hace ya un par de días. Ha tenido mucha fiebre durante las noches pero parece que esta misma mañana cesó repentinamente. Le voy a comprar una muñeca Barbie de esas que tanto le gustan, seguro que le hará mucha ilusión.

Los flechazos existen.

Domingo 22 de Agosto de 2010.

Creo que los flechazos existen. Hemos pasado todo el fin de semana juntos de aquí para allá. El viernes tomamos el café prometido y por la noche fuimos a la feria de Casatejada. Estuvimos paseando un rato.
Me ha contado que es asesor economista de una empresa muy importante afincada en Barcelona.

¡Y yo aquí trabajando como técnico de seguridad en la Nuclear de Almaraz!

El sábado decidimos ir al cine a ver “Los Mercenarios”, gran película, por cierto. Yo siempre he tenido los gustos de chica un poco raros, ya me lo decía mi padre, me encantan las películas de acción. Creo que Alfonso prefiere un género de cine mas pausado y de autor. Para la siguiente, elegirá él.

El domingo fuimos a su casa y no pude resistirme más. Nos entregamos en cuerpo y alma el uno al otro. Creí estar en el paraíso mimada por un ángel. Sinceramente pienso que estoy viviendo una segunda adolescencia. Mis hormonas están por las nubes. Nunca me había sentido tan joven y con tantas ganas de darlo todo. Fue tal y como cuando lo sueñas de niña, algo totalmente irreal, pero cierto. Yo siempre he pensado que las relaciones así eran pura fantasía adolescente, pero después de esto...

He estado pensando en el trabajo, llegando a la conclusión de que debería de empezar a moverme para buscar algo menos peligroso. Lo que pasa es que con la crisis actual no hay quien se atreva a dar un paso, no sea que lo des en falso.

Mañana lunes he de entrar una hora antes por culpa de un incompetente que se está dedicando a hacerme la vida imposible, si tan solo le pillara a solas por un callejón oscuro, se iba a enterar ese.

Si alguien supiera alguna vez lo insegura que es una central por dentro y la cantidad de cosas que se incumplen y ocultan en las inspecciones, se llevaría las manos a la cabeza. Lo vergonzoso de todo esto, es toda la mierda que tiene una que tragar para conservar su puesto de trabajo.

Hoy ha sido un día perfecto.

Domingo 15 de Agosto de 2010.

Hoy ha sido un día perfecto. Me miró, se acercó y después se presento para invitarme a una copa.
Se llama Alfonso y es guapísimo. Hace ya algunas semanas que coincidimos en la Discoteca “La Perla” de Serrejón.

Hemos estado echándonos algunas miradillas, pero nunca nos atrevimos a presentarnos, siempre le he visto algo tímido. Quizás haya sido eso una de las cosas que mas me hizo fijarme en él.

Desde que Fran puso fin a nuestra relación el mismo día 13 de Abril, día de mi cumpleaños, no he vuelto a tener ninguna ilusión por nadie.

Alfonso aparenta ser un tío bastante centrado en su vida. Hemos tomado una copa y charlado el uno del otro. Me ha estado contando que hace poco salió mal parado de una relación sentimental con una chica llamada Nuria, también tiene narices que se llamara igual que yo. Es economista y desde luego que parece la persona mas culta de todos los que hay por aquí. Este mismo viernes hemos quedado para tomar un café y conocernos mejor.

Creo que no debía de haber aceptado la oferta de trabajo en la central nuclear de Almaraz. Seguramente ahora estaría en mi pequeño apartamento de Madrid disfrutando de ese estrés que tanto echo de menos por aquí. Pero por otra parte, de no haber sido así no habría podido conocer a Alfonso.

Sentencia de muerte.

Miércoles 15 de Septiembre de 2010.

12:34 h.

Sentencia de muerte.
Un fuerte sonido de motor arrancado seguido de un par de acelerones, me hizo salir del trance. Retiré las manos de los oídos y abrí lentamente los ojos para comprobar lo que estaba pasando.

Susana estaba gritando: ¡Jodeos! ¡Hijos de puta! Y pisando fuertemente el pedal del acelerador, el coche salió llevándose por delante a unos tres individuos que estaban frente a ella.

Los golpes secos sonaban terriblemente cada vez que embestía a una de esas cosas y el crujir de sus huesos al pasar por encima de ellos no era mucho mas agradable.

Justo al llegar donde debería de haber girado a la izquierda para tomar la calle en la que estoy, Susana siguió hacia delante.

¿Cómo es posible? ¿Me ha abandonado? No podía creerlo, pero sin embargo, tampoco me atrevía a juzgarla. La situación se había descontrolado e imagino que el estado psicológico en el que se encontraba había hecho que se preocupara solo de salvaguardar su propia vida.

No tardó demasiado en perderse en el horizonte entre acelerones y frenazos.

Ahora si que tenía un problema de verdad. Aunque la mayor parte de los bichos habían corrido tras el coche, algún que otro rezagado permanecía aquí junto a los cuerpos masacrados sus compañeros.

Es curioso lo duros que son. Aún teniendo destrozado gran parte de su cuerpo, estos seguían moviéndose haciendo intención de levantarse.