viernes, 8 de octubre de 2010

Preocupación in crescendo.

Miércoles 8 de Septiembre de 2010.

Estoy bastante preocupada. Mi sobrina no ha mejorado, está aún peor que cuando la ingresamos en el hospital. Su respiración es muy fuerte y entrecortada, por eso los médicos han decidido ponerle una mascarilla con oxigeno para ayudarla.

Voy a intentar ir casi a diario a visitarla. Los facultativos dicen que la mejor opción podría ser trasladarla a Madrid. Pero también comentan que habría que asumir un importante riesgo de fallecimiento durante el trayecto.

Estamos un poco al borde del colapso y no sabemos que decisión tomar. Para ellos es algo muy fácil, te hablan de “importante riesgo de fallecimiento” y te dejan toda la responsabilidad de su vida. ¡Ni que fuera tan sencillo!

Alfonso se ha mostrado muy comprensivo con mí situación. No nos hemos visto desde hace cinco días pero hablamos por teléfono casi a diario. Él intenta animarme y me dice que no me preocupe, que todo se solucionará y que saldrá bien. Yo me muero por creerle, pero no puedo evitar que interiormente piense en lo peor. Quizás sea un mecanismo de defensa que tengo desde pequeñita.

Nunca he sido una persona demasiado optimista y siempre he sufrido de vivir con los pies sobre la tierra. Nunca conseguí tener una infancia normal como los demás niños.
Todas mis fantasías eran previamente calculadas por mí. Siempre me he sentido la necesidad de analizar cada riesgo asumible para cada acción. ¡Imaginaos lo que es eso para una niña de 5 años!

Pensaba que todos mis amigos estaban locos por las cosas que hacían. Y nunca pudiendo disfrutar como ellos.

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