jueves, 28 de octubre de 2010

Juguemos al escondite (Parte 6).

Jueves 9 de Septiembre de 2010.

La salvación se hallaba ante mí en forma de extintor de incendios. Supongo que a nadie le importaría que lo cogiera por unos segundos y machacara la cabeza de aquel individuo hasta dejarme ver sus sesos.

Una vez hecho y bajado mi nivel de adrenalina, quedé horrorizada ante tan salvaje espectáculo. Dejé caer el extintor de mis manos y una necesidad imperativa de vomitar recorrió todo mi cuerpo.

Giré la cabeza y empecé a echar fuera de mi lo poco que tenia en el estomago de la noche anterior. Una vez recuperada de mi mal estar, me dispuse a avanzar por el pasillo frontal con intención de llegar hasta la puerta del ascensor. Este me conduciría a la tercera plana, donde se encontraba ingresada mi sobrina.

A medida que avanzaba podía ver cadáveres por los suelos en diferentes partes del pasillo. La imagen era bastante desagradable. Cautelosamente logré llegar hasta el ascensor y tras llamarle repetidas veces, sus puertas se abrieron dejándome ver en su interior a un hombre que permanecía espaldas a mi.

Sentí un profundo alivio al verlo, pues parecía que mi pesadilla iba a ser compartida por alguien mas. Pero pronto, como un resorte en mi cabeza escuché, ¡no te muevas! ¡No digas nada!

Examinándolo con mas detenimiento pude apreciar como chorreaba sangre de algún sitio de su cuerpo alimentando así el enorme charco que descubrí bajo sus pies. Esto acompañado de una fuerte respiración, hizo que me diera cuenta del embrollo en el que me había metido.

Lentamente y en silencio recule hacia atrás con intención de abandonar el lugar. El individuo comenzó a girar para mostrarme su rostro y el motivo que le hacía estar sangrando abundantemente. La sangre no provenía de él. Entre sus dientes y sujeto por sus manos podía ver como mordisqueaba un gran pedazo de carne humana. La pieza parecía pertenecer a una mujer. Eran la mitad del tronco superior, con ausencia de cabeza alguna y acompañada de su propio brazo. Con mas detenimiento pude apreciar uno de sus pechos, el cual aquel ser mordisqueaba sin respeto alguno.

Justo cuando sus pupilas se clavaron en mí, las puertas automáticas del ascensor comenzaron a cerrarse.

Respiré profundamente a verme libre de tan comprometida situación y darme cuenta de que aquel horrendo ser no poseía capacidad alguna para pulsar el botón que abre las puertas.

Embriagada aún por shock, pude reaccionar y encaminarme por las escaleras hacia el tercer piso. No encontré impedimento algunos para llegar hasta dicho lugar y una vez allí recuperando mi sentido común, me apresuré a recorrer lo largo del pasillo. Miraba los números de las etiquetas de las habitaciones esperando encontrar la de mi sobrina.

Conseguí llegar hasta la habitación 315 donde se supone estaría. Entré y la examiné con la mirada. ¡La cama estaba vacía!

¿Dónde coño estaba? ¿Le habría pasado algo? ¿Llegué demasiado tarde?

En mi mente se dibujaba nuevamente su sonrisa. ¡No podía rendirme!

Al adentrarme un poco mas al fondo de la habitación, me percaté de la presencia de otra de esas cosas que permanecía tras la cama arrodillado comiendose algo o alguien.

El horror se apoderó de mi mente y las lagrimas brotadas de mis ojos comenzaron a deslizarse por mi mejilla, cuando pensé en tal cruel final para mi sobrina.

¡¡GRRRRRRRRR!! Como loca me abalancé sobre él…

Lo único que recuerdo después de eso, es haberme encontrado encima de aquella cosa con mis manos estaban ensangrentadas y su cuello partido.

Me levanté y me limpié en las blancas e inmaculadas sábanas de la cama. Llamaba a gritso a mi sobrina con intención de hallar respuesta.

¡Belén! ¡Belén!

Salí hasta la puerta de la habitación y continué gritando su nombre.

Un estruendoso ruido se escuchaba por los dos lados del pasillo. Comencé a asustarme y miré hacia el ruido. Quedé horrorizada al ver como una multitud de cientos de individuos se apresuraban hacia mi posición entre empujones y gruñidos.

¡Joder! Y encima mi sobrina, después de haberme oído llamarla, asomaba por una de las puertas intermedias entre los bichos y yo.

Rápido, como alma que huye del diablo, salí corriendo hacia ella mucho antes de que se diera cuanta de la situación.

Llegue con muy poco tiempo de reacción, pues aquellas cosas estaban casi a mi altura cuando cogí a Belén en volandas y nos metimos apresuradamente en la sala desde donde había salido.

Nerviosa y mirando alocadamente a mi alrededor, no podía ver salvación alguna. Era una pequeña habitación sin ningún tipo de salida. Mi sobrina permanecía en mis brazos con el dedo índice estirado, señalando hacia las puertas de lo que parecía un armario.

Allí, allí, tita.

Sin dudarlo accedí a su petición y tras abrir sus puertas pude observar la gran amplitud que había dentro de él. Entramos y atrancamos la puerta con un bastón de madera que encontramos en un rincón.

Y aquí estamos sin saber que hacer. Son las 11:23 y aún podemos escucharlos.

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