lunes, 11 de octubre de 2010

Juguemos al escondite (Parte 1).

Jueves 9 de Septiembre de 2010.

Son las 11:23 de la noche y mi sobrina y yo nos encontramos, dentro de un armario de personal médico del Hospital “Comarcal del campo arañuelo” de Navalmoral de la Mata.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Pffff… Es una sorprendente y larga historia.

Ruidos. Como bien dije anteriormente. Ruidos es lo que estuve escuchando toda la noche. No pude dormir pensando en que escuchaba los efectos secundarios de las juergas de algunos inquilinos hospedados en mi hotel. ¡Que inocente pensar eso! Es algo mas complicado.

Pero yo solo pensaba en conseguir dormir y rebanar algunas cabezas del personal responsable cuando me levantara por la mañana. ¡Y vaya si las rebané!

Después de desayunar, estaba decidida a ir a hablar con el responsable del hotel para formularle una queja.

Cuando terminé de vestirme abrí la puerta de mi habitación y avancé por los pasillos hasta llegar frete al ascensor. Todo estaba muy silencioso, ¡ahora están durmiendo los hijos de puta!, pensé en ese momento.

Una vez estuve frente al ascensor, presioné el botón de llamada. Parecía estar en la planta mas baja, pues esperé un tiempo considerado hasta poder oír el “ding” de llegada para su posterior apertura de puertas. Pero estas no se abrieron.

Tras pulsar repetidamente el botón y farfullar algunos improperios, pude cerciorarme de que hoy no iba a usar el ascensor. ¿Por qué no bajar a pie por las escaleras? ¿Por que? Que ilusión.

¿¡Porque son 13 plantas!? ¡Joder! Al final me va a tocar hacer ejercicio desde primera hora de la mañana.

Creo que todavía estaba un poco dormida cuando caminaba hacia las escaleras, me pareció ver como un hombre tambaleándose entraba en una de las habitaciones del fondo del pasillo. ¡Otro maldito borracho! ¿Pero que pasa? ¿Son las fiestas del pueblo y yo no me he enterado? De cualquier forma yo no tenía ganas de juerga, y egoístamente me molestaba que los demás estuvieran pasándolo tan bien.

Comencé a bajar las escaleras. Al principio de dos en dos, pero no tardé demasiado en cansarme y reducir el ritmo. Cuando llegué a la altura del sexto piso escuche jadeos que se entremezclaban con algunos lamentos posiblemente provenientes de una mujer.

¿Oiga? ¿Está bien? Grité en varias ocasiones sin hallar respuesta. Bajé mas despacio la última fila de escaleras que conducían al quinto piso y agudicé un poco mas el oído, con intención de prestar ayuda a quién parecía necesitarla.

Pero por mucho que la buscaba. No la vi nada hasta que…

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