viernes, 8 de octubre de 2010

Por un pequeño imprevisto.

Domingo 12 de Septiembre de 2010.

00:14 h.

Por un pequeño imprevisto.
La situación actual es la siguiente:

Me encuentro a aproximadamente 59 metros de Susana, todo pareció ir bien excepto por un pequeño detalle. Y para mal de males, el número de individuos ha aumentado al igual que su comportamiento violento.

La resolución del plan previsto fue la siguiente:

Cogí la barra de hierro que seguramente su dueño usaba para subir y bajar el cierre de la tienda. Avancé hacia la puerta por la que habíamos entrado al almacén. Giré lentamente su pomo hasta dejarla entreabierta para poder examinar el entorno. Me aseguré de que no habría ninguna de esas cosas pululando por la tienda y caminé lentamente hasta la altura del escaparate. Al llegar hasta él, hubo algo
que llamó mi atención. En el suelo permanecía el enorme charco de sangre, pero el cuerpo que debía de haber sobre él no estaba. En su lugar, podía ver un sospechoso y abundante rastro de la misma que partía hacia fuera de la tienda.

Después de lo que he vivido estos días, tampoco hay ya muchas cosas que me puedan sorprender. Pero si me valió para aumentar mi sigilo en el resto de la operación.

Fuera seguía habiendo mas de esas cosas, pero sentí alivio al comprobar que el numero de ellas había disminuido mas de lo previsto.

Al cruzar lentamente la puerta de la tienda, pude ver hasta donde llegaba el reguero de sangre. El cuerpo de aquel tipo permanecía a la derecha de la fachada, en el suelo. Agudicé la vista para intentar ver con mas detalle y… La visión era horrible. Estaba mutilado por todas partes. Sin duda nada de eso lo había producido el choque contra el escaparate. Era mas bien como si lo hubieran devorado, que por otro lado, después de lo visto no me extrañaría nada. Está gente, por llamarles de alguna manera, perfectamente podrían practicar el canibalismo.

Si no fuera porque los cuerpos de los que permanecían con vida no estaban ni mutilados ni podridos, pensaría que estaba siendo el protagonista de una película de zombies. Pero eso no puede ser posible. Jejeje.

Continué avanzando en silencio y ocultándome entre los matorrales que me separaban de la furgoneta. Todo iba según lo previsto hasta llegar al último seto. Respiré profundamente antes de iniciar la última carrera y comencé a correr los 7 metros que me separaban de la libertad.

¡Corre!, ¡corre!, ¡¡corre!! Resonaban dentro de mi cabeza las palabras que me gritaba mi entrenador de atletismo Oscar en mis años mozos.

Casi sin apenas darme cuenta llegué hasta la furgoneta con las llaves en una mano y la barra de hierro en la otra. Algo nervioso, introduje las llaves en la cerradura. Una… Dos… Hasta tres veces lo intenté, lo juro. ¡Las llaves no giraban!... ¡¡Dios!!
¿Me habría precipitado al pensar que las llaves pertenecían a este vehículo? Giré la cabeza para mirar a Susana y entonces es cuando lo vi todo mas claro. ¡No podía ser! ¡Era el colmo de los colmos! A la izquierda del escaparate había aparcado un pequeño coche con el logo y el nombre de la tienda rotulados en las puertas.

¡No! ¡¡Joder!!
Desde luego la desdicha y la mala suerte se habían aliado con mi plan de fuga. Yo estaba aquí, con las llaves del coche de enfrente en la mano y con cara de Gilipollas.

Pero lo peor de todo estaba aún por llegar. Al menos una veintena de esas cosas permanecían inmóviles clavando su mirada en mí. Pasaron pocos segundos desde que me percaté de este detalle hasta que empezaron a correr con intención de cogerme.
Por un momento, todo pareció fluir a cámara lenta. Me giré para toparme con uno de ellos y rápidamente le asesté un fuerte golpe trasversal en la cabeza provocando su caída al suelo. En la maniobra se me escapó la barra de las manos, pero gracias al golpe pude volver a darme la vuelta e instintivamente subirme al techo de la furgoneta para saltar hacia el tejado de la casa de al lado. Lo que hace la adrenalina, parecía Spyder-man.

Creo que de momento estaré a salvo aquí arriba, pero ahora... ¿Qué demonios vamos a hacer?

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